Jimena Henriques de Barros 21 años, General Belgrano (ARGENTINA)

Testimonio 1:
"Hoy acabo de avanzar más allá de la mitad el libro de Pier Giorgio. Un ser verdaderamente bello, que supo vivir plenamente, porque tenía a quien es la fuente de la felicidad y el amor: el mismo Jesús.
Interiorizarme más sobre Pier me hace, indudablemente, querer imitar su camino, querer yo también hacerme pan en Jesús y alcanzar la plenitud de lo simple, haciéndolo extraordinario... por más cotidiano que sea.
No puedo dejar de maravillarme al saber de sus emprendimientos y de la cantidad de cosas que hacía, de todas sus actividades... ¡llevadas a cabo con la alegría que solo Cristo puede dar! Obviamente, solos no podemos nada, pero ¡con Él lo podemos todo!"
Testimonio 2:
Hablar de Pier Giorgio, en estos días especialmente, me supone no solo alegría sino también una especie de lindo ejercicio espiritual. ¿Por qué? Pues porque estoy en medio de exámenes finales de mi carrera, y es aquí cuando la figura de Pier Giorgio resurge una vez más en mi vida.
Realmente, cada vez que tengo que pasar por una serie de exámenes importantes en mi estudio, y sin demasiadas ganas de leer sinceramente, se me viene la presencia del estudiante de ingeniería minera que hace no muchos años atrás, como hoy yo, pide a Dios toda la energía y la fuerza de voluntad necesarias para poder cumplir con un estudio incesante y comprometido, procurando mantenerse en el camino de la voluntad de Dios. Confieso que, hoy por hoy, repercuten en mi cabeza constantemente, como si fuesen una jaculatoria, tres palabras que Pier Giorgio escribe en una carta a uno de sus amigos al respecto de esto: “una férrea voluntad”. Esto es lo que él necesitaba de Dios en ese momento para poder mantener su propósito de estudiar intensamente, y es lo que le pide al amigo (a quien dirige la carta) que incluya en sus oraciones.
Y acá llego a otro punto en el que me veo reflejada con Pier: la maravillosa Gracia de tener amigos en Cristo. ¡Impresionante experimentarlo! Cuán distinto es vivir la fe en amistad; qué estupendo saber que contás con la oración de tu amigo, y que él cuenta con la tuya. Y que juntos, a su vez, caminamos bajo la guía de nuestro amigo común Pier Giorgio, de quien sabemos que intercede por nosotros, y a quien nos encomendamos cada momento en que rezamos la oración oficial del pacto de Pier Giorgio, para que nos enseñe a seguir a Jesús, juntos. Así, el vínculo en la oración no conoce fronteras realmente. La amistad en la fe que me muestra Pier es poder ser, sin miedo a que te destrocen el corazón, porque la confianza está puesta sobre “el” basamento; es ser en esencia. La amistad en Cristo me hace crecer, me hace inmensamente feliz, como a Pier Giorgio lo hacía.
Considerando el lugar de Pier Giorgio en su familia, puedo decir que me enseñó a reconocer que yo también “soy” en mi familia; que tengo un rol como parte integrante de ella y que debo asumir ese papel que solo a mí pertenece… soportando no siempre buenos momentos, claro, pero sabiendo que es el espacio que el Padre me regaló y debo darme también ahí, relegarme a mí misma para ser para ellos, valorarlos como partes de mi vida por más que no pensemos igual, pues crecemos juntos. El ejemplo de Pier es bien concreto al respecto: decirle que no a su amor por Laura para no generar mayores tensiones en su familia.
Por último, me gustaría destacar en Pier Giorgio la figura del hombre político; aquel que se animó a luchar por sus ideas, a tomar conocimiento de la realidad de su patria y a ser, sin miedo, un católico en acción. Mis estudios de política me ligan a Pier también en este aspecto. Admiro aquí su valor; ojalá pudiera yo como él jamás quedarme de brazos cruzados y usar además mis estudios ,como él la ingeniería minera, como medio para ayudar a los demás.
Indudablemente, hay muchos otros aspectos de la vida de Pier que me retrotraen y me hacen reflexionar sobre la mía, que marcan momentos de mi existencia en los que la figura de este bienaventurado siervo de Dios se hace presente. Y creo saber por qué es así: porque su vida fue común como la mía; porque vivió las cosas que yo hoy, varias décadas después, también vivo. Con una sola diferencia: que supo hacer de lo simple lo más extraordinario. Y ahí voy yo detrás, buscando seguirlo a Jesús con el modelo de Pier. Todo un desafío, pero que vale la pena vivirlo.